La relación entre política y corrupción
Mucha gente tiene la idea, o casi siempre, de que el que llega al poder es porque en algún lado tuvo que transar. Que para lograr una maquinaria partidaria, mediática y con poder de convocatoria o adhesión tuvo que hacer ciertas concesiones. Todos hemos eschuchado (o dicho) alguna vez: "se lo comió el sistema" o "el mismo sistema te transforma", o "el poder corrompe". Pareciera que en algun eslabón de la cadena de ascenso al poder hay algo que se rompe o que se modifica. Y no parece ser tan falaz la idea, para muestra tenemos un montón de dirigentes políticos, sindicalistas y demás que se han "aburguesado".
¿Qué es lo que tiene el poder que transforma y que atrae tanto? Este tema nos lleva inevitablemente a pensar sobre el viejo y aún vigente problema filosófico sobre si el hombre es malo por naturaleza o es bueno pero es la sociedad quien lo corrompe. Cuando Thomas Hobbes afirmó que "el hombre es un lobo para el hombre" no tardaron en llegar las críticas que se negaban a aceptar el egoísmo innato del hombre.
Remontándonos al surgimiento de las sociedades civilizadas, nos encontramos con un hombre natural, un hombre instintivo, al que es imposible adjudicarle algunos defectos que las sociedades actuales condenan, como por ejemplo: el egoísmo, los vicios, el individualismo o la desaprensión familiar. Esto nos llevaría a decir que el hombre no tiene otra maldad natural que la del instinto de propia conservación.
Y el análisis de esta misma cuestión nos conduce a creer entonces que el hombre de por sí no es malo, sino que es la sociedad la que lo lleva a la maldad al transgredir los valores morales que ella impone. Por su parte el psicoanálisis habla de pulsiones de vida y pulsiones de muerte, estas determinan la vida anímica. Corrupción innata o adquirida culturalmente, lo cierto es que justamente por la naturaleza humana y por el instinto de propia conservación que de ella se desprende, el hombre nunca fue ni será enteramente social, porque siempre privilegiará su vida y su bienestar.
Entonces de ser así, el hombre es egoísta e individualista por naturaleza. Y todos los demás defectos se derivarían de esta base. Pero el hombre toma conciencia de sus actitudes siempre y cuando haya una sociedad y un Estado que condene sus comportamientos. Por lo tanto, el hombre comprende su egoísmo sólo cuando se concibe a sí mismo como un ciudadano y no como un mero individuo.
A partir de formar parte de la sociedad, los valores se transmiten a la par de los genes, lo que hace imposible aislar los comportamientos humanos, aún los de un recién nacido, y estudiarlos por separado. ¿es entonces el instinto de propia conservación lo que corrompe y transforma al aparentemente buen ser humano en un mal político? A pesar de todo lo manifestado, es natural seguir pensando que una política diferente es posible y que el poder no debe ser una acumulación de voluntades sino una redistribución de las mismas.
Mucha gente tiene la idea, o casi siempre, de que el que llega al poder es porque en algún lado tuvo que transar. Que para lograr una maquinaria partidaria, mediática y con poder de convocatoria o adhesión tuvo que hacer ciertas concesiones. Todos hemos eschuchado (o dicho) alguna vez: "se lo comió el sistema" o "el mismo sistema te transforma", o "el poder corrompe". Pareciera que en algun eslabón de la cadena de ascenso al poder hay algo que se rompe o que se modifica. Y no parece ser tan falaz la idea, para muestra tenemos un montón de dirigentes políticos, sindicalistas y demás que se han "aburguesado".
¿Qué es lo que tiene el poder que transforma y que atrae tanto? Este tema nos lleva inevitablemente a pensar sobre el viejo y aún vigente problema filosófico sobre si el hombre es malo por naturaleza o es bueno pero es la sociedad quien lo corrompe. Cuando Thomas Hobbes afirmó que "el hombre es un lobo para el hombre" no tardaron en llegar las críticas que se negaban a aceptar el egoísmo innato del hombre.
Remontándonos al surgimiento de las sociedades civilizadas, nos encontramos con un hombre natural, un hombre instintivo, al que es imposible adjudicarle algunos defectos que las sociedades actuales condenan, como por ejemplo: el egoísmo, los vicios, el individualismo o la desaprensión familiar. Esto nos llevaría a decir que el hombre no tiene otra maldad natural que la del instinto de propia conservación.
Y el análisis de esta misma cuestión nos conduce a creer entonces que el hombre de por sí no es malo, sino que es la sociedad la que lo lleva a la maldad al transgredir los valores morales que ella impone. Por su parte el psicoanálisis habla de pulsiones de vida y pulsiones de muerte, estas determinan la vida anímica. Corrupción innata o adquirida culturalmente, lo cierto es que justamente por la naturaleza humana y por el instinto de propia conservación que de ella se desprende, el hombre nunca fue ni será enteramente social, porque siempre privilegiará su vida y su bienestar.
Entonces de ser así, el hombre es egoísta e individualista por naturaleza. Y todos los demás defectos se derivarían de esta base. Pero el hombre toma conciencia de sus actitudes siempre y cuando haya una sociedad y un Estado que condene sus comportamientos. Por lo tanto, el hombre comprende su egoísmo sólo cuando se concibe a sí mismo como un ciudadano y no como un mero individuo.
A partir de formar parte de la sociedad, los valores se transmiten a la par de los genes, lo que hace imposible aislar los comportamientos humanos, aún los de un recién nacido, y estudiarlos por separado. ¿es entonces el instinto de propia conservación lo que corrompe y transforma al aparentemente buen ser humano en un mal político? A pesar de todo lo manifestado, es natural seguir pensando que una política diferente es posible y que el poder no debe ser una acumulación de voluntades sino una redistribución de las mismas.
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