Mi padre me falló como ídolo
El 19 de febrero, Alfredo Bryce Echenique cumplió 70 años. Luego de celebrar más de 50 onomásticos entre España, Francia y Europa, apagando velitas en gigantescas ciudades, abrigadas por el frío y olientes a modernidad y vanguardismo, le tocó cantar happy birthday en Lima, Perú, junto a su esposa e hijas.
“Bryce ahora vivirá en Perú”, tituló un diario capitalino al enterarse que el autor de Un mundo para Julius ha decidido detener su viaje por el mundo, que ha canjeado los paseos en metro, las salas parisinas y la belleza impresionista de Europa, por la Lima congestionada, por las silenciosas playas del sur, por el exquisito chupe de camarones –que tanto añoraba- y por los amaneceres con cielo color panza de burro, tal como los describía César Vallejo.
Bryce hubiera preferido que nadie se enteré que está de vuelta. Le aterra imaginar que miles de personas se acercarán, le lanzarán preguntas como dardos, querrán interrogarlo sobre el porqué de su retorno, sobre sus próximos proyectos literarios, o qué hará en sus ratos libres, al menos cuando no camine por la playa.
Es curioso que a los 70 años, uno de los ídolos literarios peruanos huya de las masas. Él dice que se trata de un asunto de timidez, esbozando una sonrisa cómplice, aunque entiende que los ídolos son del pueblo y para el pueblo, por eso, muchas veces, la gente se los inventa con tal de tenerlos cerca, sentirlos parte de su vida o por simple travesura egocéntrica. A él le ha sucedido.
Una afición a los carros
Bryce Echenique tenía 10 años cuando de niño, apasionado por los autos, flechó su admiración hacia Arnaldo Alvarado, el referente del automovilismo peruano de los años 33, bautizado por la prensa como “El rey de las curvas”. El niño Bryce seguía los triunfos y carreras de Alvarado, por lo poco que la televisión de la época transmitía en imágenes a blanco y negro.
Un día, y producto de una travesura de colegio, el escritor inventó a sus compañeros que él era el hijo de “El rey de las curvas”. Le apasionaba ver la forma adrenalínica con que dominaba la velocidad, su estilo para sortear las curvas y la imagen imponente que reflejaba en su auto Ford, llamado “El ladrillo rojo”.
Cuando su madre lo iba a recoger al colegio y los compañeros preguntaban si era la esposa de “El Rey de las curvas”, ella respondía que sí. “Sí, por supuesto, si mi hijo lo dice, lo soy, mi hijo no miente'", recuerda Bryce. De esta anécdota se desprende el título de su último libro de cuentos La esposa del Rey de las curvas.
“He vuelto a ser niño”
Miércoles 27 de mayo, 10.00 de la mañana. Bryce Echenique se sienta sobre una de las bancas de un conocido hotel trujillano. Por un instante, acomoda su cuerpo quietecito, como un niño al interior de un salón de clases. De inmediato, se suelta. Lo hace cuando le pregunto qué sentimiento lo embarga al volver a Trujillo. A partir de entonces, el autor parece un personaje salido de su propia pluma: misterioso, divertido y nostálgico.
En más de una entrevista ha sostenido que Trujillo es una ciudad humanamente ligada a usted
Sí, es una ciudad bastante ligada a mi vida de una forma humana, más que física. Yo debo haber venido a Trujillo muchas veces, no sé la cifra. Aquí hay dos o tres amigos míos, y eso es parte de la alegría de venir. Además, que me hayan invitado dice que todavía se acuerdan de mí.
El retorno es con un libro de cuentos La esposa del Rey de las curvas. ¿Ha sido difícil reencontrarse con este género?
No me ha costado mucho reencontrarme con el cuento, pero ha sido una experiencia difícil, porque me he acostumbrado a la novela que es un género mucho más libre; el cuento es más riguroso. En un cuento, como decía Julio Cortázar, solo se puede ganar por nocaut, en una novela tú ganas por puntos y puedes lograr una gran novela.
¿Cree que ya ganó por nocaut?
Espero que sí. La crítica lo ha recibido muy bien. Hasta ahora las reseñas han sido bastante elogiosas. El libro está funcionando bien.
El tema recurrente que recorre las páginas de La esposa del Rey de las curvas es el desamor, lo cual hace sospechar que existe un giro sentimental en su literatura
Probablemente no sea una intención. No lo escribí pensando que sea así. Se trata de un resultado. El desamor existe en la mayoría de los cuentos. Por ejemplo, en el de la chica Pasos, un hombre llega a viejo y recuerda cómo era esta chica y cómo nunca pudo culminar la faena. Es algo así como siempre salí al lado de ella, pero nunca con ella.
La historia detrás de la historia
Bryce Echenique volvió a Perú en noviembre del año pasado. Su regreso perseguía un objetivo: recoger algunos recuerdos de infancia que permanecían extraviados en algunas localidades del centro del país, por donde acostumbraba a viajar con su padre, cuando era un niño.
La esposa del Rey de las curvas es un libro que Bryce ha escrito, durante sus últimos meses de estadía en España y los primeros meses de su retorno a Perú. Por eso es posible encontrar en sus páginas historias disímiles, en cuanto a personajes y sentimientos, pero algunas alimentadas por la vitalidad de la infancia; acaso un deseo incontrolable de querer resucitar lo ya vivido.
Bryce acomoda su chompa de hilo. Su mirada quieta –detrás de sus anteojos marrones y redondos- es el testimonio que confirma que volver al Perú ha sido solo el pretexto para encontrar algún sentimiento extraviado.
El título de su último libro es un claro homenaje a un recuerdo que usted experimentó en su niñez
Sí, pero mi padre me falló como ídolo, porque no era el que yo quería. Yo buscaba un hombre atrevido, aventurero. Mi padre era un hombre maravilloso, pero era un hombre introvertido y muy poco aventurero, por eso siempre he dicho que somos polos opuestos. Mi padre siempre se opuso ferozmente a que yo fuera escritor.
¿Qué otros ídolos ha tenido que inventarse para satisfacer su estado emocional?
Después de éste (Arnaldo Alvarado) no he tenido la necesidad. Cuando quería ver a Lolo Fernández, otro de mis ídolos, lo veía jugando fútbol en el Estadio Nacional. Además, lo conocí muy de cerca porque yo jugué en las divisiones menores de Universitario de Deportes, cuando él también lo hacía.
Entonces, ¿Bryce es hincha de la “U”?
No, del Ciclista Lima.
¿Nunca el fútbol o la afición a los autos estuvieron a punto de interrumpir su afición literaria?
No, la literatura pudo más. Cuando me fui a Europa, como no existía ningún equipo que me interesara, entonces me olvidé del fútbol. Cuando retornaba a Lima, entonces aprovechaba para ir al estadio.
En esta nueva estadía en Perú, el literato cumple una serie de rutinas y antojos que en Europa le eran imposibles lograr. Por ejemplo, todas las mañanas, y por espacio de dos horas, camina y respira aire fresco. Luego retorna a casa donde tiene instalada una máquina que se asemeja a un remo. Allí transcurre entre 30 y 60 minutos. Después, cuando quiere relajarse, escucha algo de música. Sus gustos auditivos apuntan a Frank Sinatra, si lo que quiere es música suave. Si desea algo más popular, entonces programa a Los Morocuchos. Si la tendencia es el jazz, la primera opción la tiene Louis Armstrong's o Doris Day.
Por la tarde Bryce decide escribir. Prefiere hacerlo después de almuerzo y nadie lo detiene hasta que lo llaman a cenar. Cuando tiene que definir el tema de una novela o cuento, entonces prefiere mudarse a Punta Corrientes, una exclusiva playa al sur de Lima, por la tranquilidad que allí se respira.
El autor de La amigdalitis de Tarzán también ha pensado en cumplir otro de sus grandes sueños: tener una mascota. Ya decidió que se comprará un perro raza bóxer, y la elección –él mejor que nadie lo sabe- tardará algunas semanas, pues la perrita que debe traer al mundo al cachorro aún no ingresa en celo.
Todo ídolo es amado por unos, pero odiado por otros. ¿Cuándo lo acusaron de plagio sus enemigos no dudaron es ajusticiarlo?
Eso nunca falta en la vida de alguien que es popular. Me acuerdo que alguna vez acusaron a Mario Vargas Llosa de trata de blancas. Respecto a las acusaciones de plagio hubo un juicio que gané en primera y segunda instancia. Ahora espero ganar el segundo juicio. En este caso yo tengo paciencia, porque la justicia demora, pero llega. El primer caso lo gané, al menos, por nocaut.
¿Qué otros sueños o actividades ha retomado en su retorno a Lima?
Las visitas a mis amigos. Aquí en Perú están mis mejores amigos. Ellos muchas veces dicen que solo se encuentran cuando yo estoy aquí. Por eso ahora les digo se fregaron, pues los llamaré a cada instante. Es un grupo grande, conformado por escritores y no escritores. Estoy disfrutando de ellos y, por supuesto, de recorrer los paisajes del Perú que siempre visité con mi padre. Me gustan mucho los andes centrales.
¿Y en esos lugares se buscará una nueva historia?
Desde luego. Son lugares que me traen muchos recuerdos de mi padre, de mis años de infancia, de mis sueños, de mi vida familiar.
No cree que esta vuelta al Perú le ha permitido resucitar una niñez extraviada
Sí, desde luego. Estoy volviendo a nacer. He visitado mis edades, mi infancia, mi adolescencia. La infancia es la mina de oro de los escritores. De allí siempre sacan metales preciosos.
¿Y qué metal precioso ha encontrado Bryce?
Estoy buscando emociones, sentimientos y algunos datos para escribir una novela sobre la familia.
¿Qué es lo máximo que espera alcanzar en el plano literario, ahora que ya cumplió 70 años y ha publicado más de 12 títulos?
Escribir, eso es todo.
Ganar más premios, obtener un Nóbel, ¿quizás?
¿Aspirar a un Nóbel? Eso es muy tonto. A mí no me interesa un premio Sueco. Que me den uno en castellano, que es mi idioma.
“Desde luego. Cuando me inicié en la literatura lo hice escribiendo cuentos. Luego vino una novela, y más adelante otro libro de cuentos. Pensé que toda mi vida iba a alternar la novela con el cuento, pero después se ve vino una andanada de novelas, de tal manera que hoy, haciendo un balance de lo escrito, lo que más he producido son novelas”.
El 19 de febrero, Alfredo Bryce Echenique cumplió 70 años. Luego de celebrar más de 50 onomásticos entre España, Francia y Europa, apagando velitas en gigantescas ciudades, abrigadas por el frío y olientes a modernidad y vanguardismo, le tocó cantar happy birthday en Lima, Perú, junto a su esposa e hijas.
“Bryce ahora vivirá en Perú”, tituló un diario capitalino al enterarse que el autor de Un mundo para Julius ha decidido detener su viaje por el mundo, que ha canjeado los paseos en metro, las salas parisinas y la belleza impresionista de Europa, por la Lima congestionada, por las silenciosas playas del sur, por el exquisito chupe de camarones –que tanto añoraba- y por los amaneceres con cielo color panza de burro, tal como los describía César Vallejo.
Bryce hubiera preferido que nadie se enteré que está de vuelta. Le aterra imaginar que miles de personas se acercarán, le lanzarán preguntas como dardos, querrán interrogarlo sobre el porqué de su retorno, sobre sus próximos proyectos literarios, o qué hará en sus ratos libres, al menos cuando no camine por la playa.
Es curioso que a los 70 años, uno de los ídolos literarios peruanos huya de las masas. Él dice que se trata de un asunto de timidez, esbozando una sonrisa cómplice, aunque entiende que los ídolos son del pueblo y para el pueblo, por eso, muchas veces, la gente se los inventa con tal de tenerlos cerca, sentirlos parte de su vida o por simple travesura egocéntrica. A él le ha sucedido.
Una afición a los carros
Bryce Echenique tenía 10 años cuando de niño, apasionado por los autos, flechó su admiración hacia Arnaldo Alvarado, el referente del automovilismo peruano de los años 33, bautizado por la prensa como “El rey de las curvas”. El niño Bryce seguía los triunfos y carreras de Alvarado, por lo poco que la televisión de la época transmitía en imágenes a blanco y negro.
Un día, y producto de una travesura de colegio, el escritor inventó a sus compañeros que él era el hijo de “El rey de las curvas”. Le apasionaba ver la forma adrenalínica con que dominaba la velocidad, su estilo para sortear las curvas y la imagen imponente que reflejaba en su auto Ford, llamado “El ladrillo rojo”.
Cuando su madre lo iba a recoger al colegio y los compañeros preguntaban si era la esposa de “El Rey de las curvas”, ella respondía que sí. “Sí, por supuesto, si mi hijo lo dice, lo soy, mi hijo no miente'", recuerda Bryce. De esta anécdota se desprende el título de su último libro de cuentos La esposa del Rey de las curvas.
“He vuelto a ser niño”
Miércoles 27 de mayo, 10.00 de la mañana. Bryce Echenique se sienta sobre una de las bancas de un conocido hotel trujillano. Por un instante, acomoda su cuerpo quietecito, como un niño al interior de un salón de clases. De inmediato, se suelta. Lo hace cuando le pregunto qué sentimiento lo embarga al volver a Trujillo. A partir de entonces, el autor parece un personaje salido de su propia pluma: misterioso, divertido y nostálgico.
En más de una entrevista ha sostenido que Trujillo es una ciudad humanamente ligada a usted
Sí, es una ciudad bastante ligada a mi vida de una forma humana, más que física. Yo debo haber venido a Trujillo muchas veces, no sé la cifra. Aquí hay dos o tres amigos míos, y eso es parte de la alegría de venir. Además, que me hayan invitado dice que todavía se acuerdan de mí.
El retorno es con un libro de cuentos La esposa del Rey de las curvas. ¿Ha sido difícil reencontrarse con este género?
No me ha costado mucho reencontrarme con el cuento, pero ha sido una experiencia difícil, porque me he acostumbrado a la novela que es un género mucho más libre; el cuento es más riguroso. En un cuento, como decía Julio Cortázar, solo se puede ganar por nocaut, en una novela tú ganas por puntos y puedes lograr una gran novela.
¿Cree que ya ganó por nocaut?
Espero que sí. La crítica lo ha recibido muy bien. Hasta ahora las reseñas han sido bastante elogiosas. El libro está funcionando bien.
El tema recurrente que recorre las páginas de La esposa del Rey de las curvas es el desamor, lo cual hace sospechar que existe un giro sentimental en su literatura
Probablemente no sea una intención. No lo escribí pensando que sea así. Se trata de un resultado. El desamor existe en la mayoría de los cuentos. Por ejemplo, en el de la chica Pasos, un hombre llega a viejo y recuerda cómo era esta chica y cómo nunca pudo culminar la faena. Es algo así como siempre salí al lado de ella, pero nunca con ella.
La historia detrás de la historia
Bryce Echenique volvió a Perú en noviembre del año pasado. Su regreso perseguía un objetivo: recoger algunos recuerdos de infancia que permanecían extraviados en algunas localidades del centro del país, por donde acostumbraba a viajar con su padre, cuando era un niño.
La esposa del Rey de las curvas es un libro que Bryce ha escrito, durante sus últimos meses de estadía en España y los primeros meses de su retorno a Perú. Por eso es posible encontrar en sus páginas historias disímiles, en cuanto a personajes y sentimientos, pero algunas alimentadas por la vitalidad de la infancia; acaso un deseo incontrolable de querer resucitar lo ya vivido.
Bryce acomoda su chompa de hilo. Su mirada quieta –detrás de sus anteojos marrones y redondos- es el testimonio que confirma que volver al Perú ha sido solo el pretexto para encontrar algún sentimiento extraviado.
El título de su último libro es un claro homenaje a un recuerdo que usted experimentó en su niñez
Sí, pero mi padre me falló como ídolo, porque no era el que yo quería. Yo buscaba un hombre atrevido, aventurero. Mi padre era un hombre maravilloso, pero era un hombre introvertido y muy poco aventurero, por eso siempre he dicho que somos polos opuestos. Mi padre siempre se opuso ferozmente a que yo fuera escritor.
¿Qué otros ídolos ha tenido que inventarse para satisfacer su estado emocional?
Después de éste (Arnaldo Alvarado) no he tenido la necesidad. Cuando quería ver a Lolo Fernández, otro de mis ídolos, lo veía jugando fútbol en el Estadio Nacional. Además, lo conocí muy de cerca porque yo jugué en las divisiones menores de Universitario de Deportes, cuando él también lo hacía.
Entonces, ¿Bryce es hincha de la “U”?
No, del Ciclista Lima.
¿Nunca el fútbol o la afición a los autos estuvieron a punto de interrumpir su afición literaria?
No, la literatura pudo más. Cuando me fui a Europa, como no existía ningún equipo que me interesara, entonces me olvidé del fútbol. Cuando retornaba a Lima, entonces aprovechaba para ir al estadio.
En esta nueva estadía en Perú, el literato cumple una serie de rutinas y antojos que en Europa le eran imposibles lograr. Por ejemplo, todas las mañanas, y por espacio de dos horas, camina y respira aire fresco. Luego retorna a casa donde tiene instalada una máquina que se asemeja a un remo. Allí transcurre entre 30 y 60 minutos. Después, cuando quiere relajarse, escucha algo de música. Sus gustos auditivos apuntan a Frank Sinatra, si lo que quiere es música suave. Si desea algo más popular, entonces programa a Los Morocuchos. Si la tendencia es el jazz, la primera opción la tiene Louis Armstrong's o Doris Day.
Por la tarde Bryce decide escribir. Prefiere hacerlo después de almuerzo y nadie lo detiene hasta que lo llaman a cenar. Cuando tiene que definir el tema de una novela o cuento, entonces prefiere mudarse a Punta Corrientes, una exclusiva playa al sur de Lima, por la tranquilidad que allí se respira.
El autor de La amigdalitis de Tarzán también ha pensado en cumplir otro de sus grandes sueños: tener una mascota. Ya decidió que se comprará un perro raza bóxer, y la elección –él mejor que nadie lo sabe- tardará algunas semanas, pues la perrita que debe traer al mundo al cachorro aún no ingresa en celo.
Todo ídolo es amado por unos, pero odiado por otros. ¿Cuándo lo acusaron de plagio sus enemigos no dudaron es ajusticiarlo?
Eso nunca falta en la vida de alguien que es popular. Me acuerdo que alguna vez acusaron a Mario Vargas Llosa de trata de blancas. Respecto a las acusaciones de plagio hubo un juicio que gané en primera y segunda instancia. Ahora espero ganar el segundo juicio. En este caso yo tengo paciencia, porque la justicia demora, pero llega. El primer caso lo gané, al menos, por nocaut.
¿Qué otros sueños o actividades ha retomado en su retorno a Lima?
Las visitas a mis amigos. Aquí en Perú están mis mejores amigos. Ellos muchas veces dicen que solo se encuentran cuando yo estoy aquí. Por eso ahora les digo se fregaron, pues los llamaré a cada instante. Es un grupo grande, conformado por escritores y no escritores. Estoy disfrutando de ellos y, por supuesto, de recorrer los paisajes del Perú que siempre visité con mi padre. Me gustan mucho los andes centrales.
¿Y en esos lugares se buscará una nueva historia?
Desde luego. Son lugares que me traen muchos recuerdos de mi padre, de mis años de infancia, de mis sueños, de mi vida familiar.
No cree que esta vuelta al Perú le ha permitido resucitar una niñez extraviada
Sí, desde luego. Estoy volviendo a nacer. He visitado mis edades, mi infancia, mi adolescencia. La infancia es la mina de oro de los escritores. De allí siempre sacan metales preciosos.
¿Y qué metal precioso ha encontrado Bryce?
Estoy buscando emociones, sentimientos y algunos datos para escribir una novela sobre la familia.
¿Qué es lo máximo que espera alcanzar en el plano literario, ahora que ya cumplió 70 años y ha publicado más de 12 títulos?
Escribir, eso es todo.
Ganar más premios, obtener un Nóbel, ¿quizás?
¿Aspirar a un Nóbel? Eso es muy tonto. A mí no me interesa un premio Sueco. Que me den uno en castellano, que es mi idioma.
“Desde luego. Cuando me inicié en la literatura lo hice escribiendo cuentos. Luego vino una novela, y más adelante otro libro de cuentos. Pensé que toda mi vida iba a alternar la novela con el cuento, pero después se ve vino una andanada de novelas, de tal manera que hoy, haciendo un balance de lo escrito, lo que más he producido son novelas”.
Por Pepe Hidalgo - Diario La Industria
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