Instantes
En algún lugar te alcanzarán los caminos que alguna vez recorrimos o tal vez te encuentres con espacios vacíos, fijos, sin alma o con la sabiduria propia de un niño que quiere ver y tocar lo difuso de la mirada de la luna con los ojos abiertos de asombro. Te descubro danzando feliz sobre el zurco de hojas a la vuelta del árbol gris que nos creyó ausente.
En algún lugar te alcanzarán los caminos que alguna vez recorrimos o tal vez te encuentres con espacios vacíos, fijos, sin alma o con la sabiduria propia de un niño que quiere ver y tocar lo difuso de la mirada de la luna con los ojos abiertos de asombro. Te descubro danzando feliz sobre el zurco de hojas a la vuelta del árbol gris que nos creyó ausente.
Ojalá puediera dominar el asombro tuyo, entonces, levantarme y huir de tus temores escapándome para siempre de tu deseo de dominio. En vano fue todo lo que le prometí a la felicidad, había desaparecido tras esos árboles gigantes que un día fueron complices de la ecuación simultánea de nuestros cuerpos amantes.
La noche destroza y astilla su furia incontenible sobre la precaria e insignificante luz de las calles. Afuera, todo es magia y nada importa si no estamos juntos, si te escondes tras una sonrisa, si no te siento entre mis brazos, si no dejo de descubrir tu rubor cuando callas... y yo que cierro con candado tus labios pero dejo allí entre tus manos, un par de llaves apacibles al igual que nuestros labios al derretirse en un beso.
Ahora corres tras tu sombra, otra vez como si no te bastara la danza de flores para darte cuenta de los ausentes, no te importa clavar nuevamente la hoja del cuchillo sobre aquella sombra vacía.
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