viernes, 8 de octubre de 2010

El Sueño del Celta

El Sueño del Celta, la nueva novela de Mario Vargas Llosa
La nueva novela del premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, relatará la historia del irlandés, Roger Casement, cónsul británico en el Congo a principios del siglo XX. Este adelanto, que se publica con la autorización de la editorial Alfaguara, se basa en una historia real del amigo del escritor polaco, Joseph Conrad. El diplomático irlandés fue famoso por su rechazo a los abusos del sistema colonial en el Congo y en el Perú.
La novela se publicará simultáneamente en España, Latinoamérica y para los lectores en español en Estados Unidos el próximo 3 de noviembre. Vargas Llosa dedicó tres años a investigar la vida de Casement, un diplómatico y activo defensor de los derechos humanos que denunció las atrocidades cometidas contra los indígenas en el Amazonas y en la región de Putumayo.

El sueño del Celta

Primer Capítulo El Sueño del Celta Mario Vargas LLosa
El Congo
Cuando abrieron la puerta de la celda, con el chorro de luz y un golpe de viento entró también el ruido de la calle que los muros de piedra apagaban y Roger se despertó, asustado. Pestañeando, confuso todavía, luchando por serenarse, divisó, recostada en el vano de la puerta, la silueta del sheriff. Su cara flácida, de rubios bigotes y ojillos maledicentes, lo contemplaba con la antipatía que nunca había tratado de disimular. He aquí alguien que sufriría si el Gobierno inglés le concedía el pedido de clemencia.
—Visita —murmuró el sheriff, sin quitarle los ojos de encima.
Se puso de pie, frotándose los brazos. ¿Cuánto había dormido? Uno de los suplicios de Pentonville Prison era no saber la hora. En la cárcel de Brixton y en la Torre de Londres escuchaba las campanadas que marcaban las medias horas y las horas; aquí, las espesas paredes no dejaban llegar al interior de la prisión el revuelo de las campanas de las iglesias de Caledonian Road ni el bullicio del mercado de Islington y los guardias apostados en la puerta cumplían estrictamente la orden de no dirigirle la palabra. El sheriff le puso las esposas y le indicó que saliera delante de él. ¿Le traería su abogado alguna buena noticia? ¿Se habría reunido el gabinete y tomado una decisión? Acaso la mirada del sheriff, más cargada que nunca del disgusto que le inspiraba, se debía a que le habían conmutado la pena. Iba caminando por el largo pasillo de ladrillos rojos ennegrecidos por la suciedad, entre las puertas metálicas de las celdas y unos muros descoloridos en los que cada veinte o veinticinco pasos había una alta ventana enrejada por la que alcanzaba a divisar un pedacito de cielo grisáceo. ¿Por qué tenía tanto frío? Era julio, el corazón del verano, no había razón para ese hielo que le erizaba la piel.
Al entrar al estrecho locutorio de las visitas, se afligió. Quien lo esperaba allí no era su abogado, maître George Gavan Duffy, sino uno de sus ayudantes, un joven rubio y desencajado, de pómulos salientes, vestido como un petimetre, a quien había visto durante los cuatro días del juicio llevando y trayendo papeles a los abogados de la defensa. ¿Por qué maître Gavan Duffy, en vez de venir en persona, mandaba a uno de sus pasantes?
El joven le echó una mirada fría. En sus pupilas había enojo y asco. ¿Qué le ocurría a este imbécil? «Me mira como si yo fuera una alimaña», pensó Roger.
—¿Alguna novedad?
El joven negó con la cabeza. Tomó aire antes de hablar:
—Sobre el pedido de indulto, todavía —murmuró, con sequedad, haciendo una mueca que lo desencajaba aún más—. Hay que esperar que se reúna el Consejo de Ministros.
A Roger le molestaba la presencia del sheriff y del otro guardia en el pequeño locutorio. Aunque permanecían silenciosos e inmóviles, sabía que estaban pendientes de todo lo que decían. Esa idea le oprimía el pecho y dificultaba su respiración.
—Pero, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos
—añadió el joven rubio, pestañeando por primera vez y abriendo y cerrando la boca con exageración—, todo se ha vuelto ahora más difícil.
—A Pentonville Prison no llegan las noticias de afuera. ¿Qué ha ocurrido?
¿Y si el Almirantazgo alemán se había decidido por fin a atacar a Gran Bretaña desde las costas de Irlanda? ¿Y si la soñada invasión tenía lugar y los cañones del Káiser vengaban en estos mismos momentos a los patriotas irlandeses fusilados por los ingleses en el Alzamiento de
Semana Santa? Si la guerra había tomado ese rumbo, sus planes se realizaban, pese a todo.
—Ahora se ha vuelto difícil, acaso imposible, tener éxito —repitió el pasante. Estaba pálido, contenía su indignación y Roger adivinaba bajo la piel blancuzca de su tez su calavera. Presintió que, a sus espaldas, el sheriff sonreía.
—¿De qué habla usted? El señor Gavan Duffy estaba optimista respecto a la petición. ¿Qué ha sucedido para que cambiara de opinión?
—Sus diarios —silabeó el joven, con otra mueca de disgusto. Había bajado la voz y a Roger le costaba trabajo escucharlo—. Los descubrió Scotland Yard, en su casa de Ebury Street.
Hizo una larga pausa, esperando que Roger dijera algo. Pero como éste había enmudecido, dio rienda suelta a su indignación y torció la boca:
—Cómo pudo ser tan insensato, hombre de Dios—hablaba con una lentitud que hacía más patente su rabia—. Cómo pudo usted poner en tinta y papel semejantes cosas, hombre de Dios. Y, si lo hizo, cómo no tomó la precaución elemental de destruir esos diarios antes de ponerse a conspirar contra el Imperio británico.
«Es un insulto que este imberbe me llame “hombre de Dios”», pensó Roger. Era un maleducado, porque a este mozalbete amanerado él, cuando menos, le doblaba la edad.
—Fragmentos de esos diarios circulan ahora por todas partes —añadió el pasante, más sereno, aunque siempre disgustado, ahora sin mirarlo—. En el Almirantazgo, el vocero del ministro, el capitán de navío Reginald Hall en persona, ha entregado copias a decenas de periodistas.
Están por todo Londres. En el parlamento, en la Cámara de los Lores, en los clubes liberales y conservadores, en las redacciones, en las iglesias. No se habla de otra cosa en la ciudad.
Roger no decía nada. No se movía. Tenía, otra vez, esa extraña sensación que se había apoderado de él muchas veces en los últimos meses, desde aquella mañana gris y lluviosa de abril de 1916 en que, aterido de frío, fue arrestado entre las ruinas de McKenna’s Fort, en el sur de Irlanda:
no se trataba de él, era otro de quien hablaban, otro a quien le ocurrían estas cosas.
—Ya sé que su vida privada no es asunto mío, ni del señor Gavan Duffy ni de nadie —añadió el joven pasante, esforzándose por rebajar la cólera que impregnaba su voz—. Se trata de un asunto estrictamente profesional. El señor Gavan Duffy ha querido ponerlo al corriente de la situación.
Y prevenirlo. La petición de clemencia puede verse comprometida. Esta mañana, en algunos periódicos ya hay protestas, infidencias, rumores sobre el contenido de sus diarios. La opinión pública favorable a la petición podría verse afectada. Una mera suposición, desde luego. El señor Gavan Duffy lo tendrá informado. ¿Desea que le transmita algún mensaje?
El prisionero negó, con un movimiento casi imperceptible de la cabeza. En el acto, giró sobre sí mismo, encarando la puerta del locutorio. El sheriff hizo una indicación con su cara mofletuda al guardia. Éste corrió el pesado cerrojo y la puerta se abrió. El regreso a la celda le resultó interminable. Durante el recorrido por el largo pasillo de pétreas paredes de ladrillos rojinegros tuvo la sensación de que en cualquier momento tropezaría y caería de bruces sobre esas piedras húmedas y no volvería a levantarse. Al llegar a la puerta metálica de la celda, recordó: el día que lo trajeron a Pentonville Prison el sheriff le dijo que todos los reos que ocuparon esta celda, sin una excepción, habían terminado en el patíbulo.
—¿Podré tomar un baño, hoy? —preguntó, antes de entrar.
El obeso carcelero negó con la cabeza, mirándolo a los ojos con la misma repugnancia que Roger había advertido en la mirada del pasante.
—No podrá bañarse hasta el día de la ejecución
—dijo el sheriff, saboreando cada palabra—. Y, ese día, sólo si es su última voluntad. Otros, en vez del baño, prefieren una buena comida. Mal negocio para Mr. Ellis, porque entonces, cuando sienten la soga, se cagan. Y dejan el lugar hecho una mugre. Mr. Ellis es el verdugo, por si no lo sabe.
Cuando sintió cerrarse la puerta a sus espaldas, fue a tumbarse boca arriba en el pequeño camastro. Cerró los ojos. Hubiera sido bueno sentir el agua fría de ese caño enervándole la piel y azulándola de frío. En Pentonville Prison, los reos, con excepción de los condenados a muerte, podían bañarse con jabón una vez por semana en ese chorro de agua fría. Y las condiciones de las celdas eran pasables. En cambio, recordó con un escalofrío la suciedad de la cárcel de Brixton, donde se había llenado de piojos y pulgas que pululaban en el colchón de su camastro y le habían cubierto de picaduras la espalda, las piernas y los brazos. Procuraba pensar en eso, pero una y otra vez volvían a su memoria la cara disgustada y la voz odiosa del rubio pasante ataviado como un figurín que le había enviado maître Gavan Duffy en vez de venir él en persona a darle las malas noticias.

jueves, 7 de octubre de 2010

Premio Nobel de Literatura

El premio a Vargas Llosa salvó de las críticas a la Academia Sueca
El escritor e intelectual mexicano Juan Villoro afirmó que el Premio Nobel de Literatura otorgado a Mario Vargas Llosa fue, en realidad, un premio para la propia Academia Sueca que así, tal vez, se libró de otro cuestionamiento eterno. El escritor aseguró que de esta manera la Academia evadió críticas como las que obtuvo al no haberle dado el Nobel al escritor argentino Jorge Luis Borges, por ejemplo. Villoro, ganador del premio Herralde 2004, manifestó que la elección de Vargas Llosa es 'indiscutible' y que se ha valorado 'su resistencia a las ideas en curso y su desafiante independencia'. 'Es algo muy celebrable. Se trata de una justicia demorada, porque Vargas Llosa lo merecía desde hace décadas.
El premio honra la lengua y a la propia institución del Nobel, que se premia a sí misma con una elección indiscutible', acotó. Señaló que Vargas Llosa es el principal novelista social de la actualidad. Al mismo tiempo, es el gran arquitecto de formas complejas, habitadas por un lenguaje, llano, muchas veces conversacional. Esta mezcla de imaginador audaz y contador cercano lo vuelve único. Comentó que a ciencia cierta nadie sabe porqué le dieron el Nobel a Vargas Llosa ahora y no antes. 'Pensé que les parecía demasiado provocador en su franqueza política o que necesitaban asociarlo con un cataclismo'.
Juan Villoro recordó que alguna vez dijo en broma que los peruanos tenían que organizar una desgracia nacional para que el Nobel compensara a Vargas Llosa con el premio. Sin embargo, añadió, 'justamente se ha valorado su resistencia a las ideas en curso y su desafiante independencia. No es necesario estar de acuerdo con Vargas Llosa para admirarlo a fondo'.
Aseguró que al libro 'La ciudad y los perros' le guarda más aprecio, ya que fue una obra esencial para su generación. 'La leí a los 16 años, con el deslumbramiento de quien veía ahí un modelo a seguir. 'Dos años después acompañé a mi padre a Lima y lo convencí de visitar el Colegio Leoncio Prado', recordó. Ante aquella fortaleza sentí como si visitara el escenario de 'El conde de Montecristo'. Nunca olvidaré el 'fogonazo' que para mí significó ese libro, concluyó el escritor.

Mario Vargas LLosa

Mario Vargas Llosa gana Premio Nobel de Literatura 2010
El premio Nobel de Literatura lo sorprendió en una de sus tareas de siempre, leía. Estaba en Nueva York. Eran las 5 y media de la mañana y Mario Vargas Llosa releía El reino de este mundo, novela de Alejo Carpentier, para sus clases en la Universidad Princeton. De pronto, sigilosa, hizo su aparición su esposa Patricia con un teléfono en la mano. El escritor ha dicho que se extrañó porque llamadas a esa hora traen noticias malas. Pero no. A través de la línea escuchó que le decían en inglés “Academia de Suecia”, y se cortó.
Después se restituyó la llamada y vino la noticia que ha inundado las redacciones de prensa del mundo. “Usted ha ganado el Premio Nobel y en catorce minutos se va a difundir oficialmente. Prenda su televisor o véalo en Internet. Era Peter Englund, presidente del jurado del Nobel de Literatura 2010.
La Academia ha sido escueta, pero certera en su argumentación para concederle el más alto galardón literario del mundo. Ha señalado que su obra ofrece una “cartografía de las estructuras del poder y aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”.
Vargas Llosa hasta ahora había sido un “eterno” candidato al Nobel, tan postergado que ya lo habían puesto junto a Borges, que es también célebre precisamente por no haberlo recibido. Tan postergado que muchas redacciones ya lo habíamos olvidado de ponerlo en la lista. Incluso él mismo ha dicho que ya había olvidado que el Nobel se entregaba por estas fechas. Por eso, cuando recibió el anuncio del premio no podía creerlo y esperó los 14 minutos del anuncio oficial para celebrarlo con su familia.
Ha contado que temía que fuera una broma, tal como le ocurrió al escritor italiano Alberto Moravia, quien también recibió una llamada que le decía que había ganado el Nobel. El autor de La romana lo celebró con todos lo que pudo para luego, pasadas las horas, enterarse de que era una vil mentira.La fiesta de nuestra lengua
La noticia del Nobel para el escritor peruano ha sido un sismo de alegría en toda la lengua hispana, cuyo epicentro naturalmente es el Perú. En Lima su hija Morgana abrió las puertas de su casa para brindar con champán el galardón de su padre. Allí estuvo toda la prensa, nosotros también, y tuvimos la deferencia de pasear con nuestras cámaras de videos por ese inmenso santuario que es la biblioteca del escritor que alberga más de 20 mil libros. Allí, junto a nosotros, estaban leales, diligentes, sus dos secretarias, Rosi Bedoya y Lucía. También Luis Llosa y su esposa Roxana Valdivieso.
Su ciudad natal, Arequipa, no esperó un minuto y organizó un homenaje público en la Plaza de Armas de la Ciudad Blanca, ciudad en donde nació en 1936. La fiesta ha empezado a extenderse. El ministro de Cultura y amigo personal del Nobel, Juan Ossio, ha anunciado que editarán masivamente las obras del escritor. Asimismo, se organizará simposios y conferencias sobre la vida y obra del flamante Nobel. La fiesta del Nobel ha convocado a todo el mundo en el Perú, incluso a sus adversarios políticos, y hay que alegrarnos, no han sido mezquinos.
Vargas Llosa está en Nueva York y no pudo elegir un lugar mejor que el auditorio del Instituto Cervantes de Manhattan para ofrecer una conferencia en la que respondió a la prensa y agradeció a sus lectores del mundo. “Este premio –ha dicho el escritor– no es solo un reconocimiento como escritor, sino también a la lengua española que es en la que escribo y que tiene mucha energía, es moderna y creativa”. En ese contexto, agradeció a España porque, confesó, lo ayudó mucho a hacerse escritor.
Soy peruano
Pero Mario Vargas Llosa no olvidó sus raíces peruanas. Es más, lo enfatizó a viva voz, con emoción. Lo hizo cuando contó que el gobierno dictatorial de Alberto Fujimori lo perseguía y quería quitarle la nacionalidad y convertirlo en un paria.
“España me reconoció la nacionalidad y me evitó ser un paria. España no era un país mío, y se ha vuelto mío. Lo quiero muchísimo, pero lo que yo escribo es Perú. Soy peruano. Soy Perú. Lo que hago, lo que digo expresa el país en el que he nacido y en el que he vivido las principales experiencias”, exclamó ante el auditorio.
No le falta razón. Novelas como La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral o La casa verde exponen en mucho las vísceras de la dura realidad peruana. Son obras que, sin perder su naturaleza artística, también describen la estructura de la sociedad peruana no sin formular críticas contra el poder. Por eso es que pensamos que este galardón también lo recibe por su cerrada defensa de las libertades.
La cita en Nueva York fue una ocasión también para confesar su encendida pasión por la literatura. Señaló que el Nobel, si bien es cierto le va a complicar la vida, también es cierto que no lo llevará a dejar de lado lo que más le gusta: escribir.
Considera que la literatura le organiza la vida y le traza nortes. “Es también una forma de voz y de placer que me ha dado la literatura y que quiero darles a mis lectores”, ha dicho para compartir esa pasión con sus seguidores.
“La literatura –agregó– forma parte de la vida, y la política no se puede erradicar de la vida. Lo que pasa en política pasa también muchas veces en nuestra vida normal. Encuentro normal que la literatura contemple esa dimensión de nuestra vida en sociedad”. Por eso, para no dejar dudas de su vocación, comentó: “Espero que me lo hayan dado por mi obra literaria, más que por mis opiniones políticas”.
Vargas Llosa ha prometido que vendrá a Lima a mediados de diciembre, día después de que Alfaguara haga el lanzamiento de El sueño del celta, su nueva novela que recrea la aventura del irlandés Roger Casement, cónsul británico en el Congo a principios del siglo XX y que también estuvo en la amazonía peruana. El Perú, seguro, lo esperará de pie.
A Estocolmo. Vargas Llosa acudirá a la ceremonia de entrega del galardón el 10 de diciembre, en Estocolmo, y de acuerdo a la tradición de los galardones será el encargado de pronunciar el discurso en nombre de todos los premiados, a excepción del de la Paz, que se celebra en un acto paralelo, en Oslo. El Nobel de Literatura está dotado con 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros o 1,5 millones de dólares).
Diversas reacciones en el mundo
"Es un acto de justicia literaria (si ella existe) por un merecido premio que recibe junto a todo el Perú, que finalmente, lo aplaude de pie”.
Carlos Eduardo Zavaleta.Escritor peruano
"Este es un reconocimiento de un reconocimiento. Todos estamos encantados, sobre todo luego de postergarlo tantos años”.
Abelardo Oquendo.Crítico literario peruano
"Estoy de acuerdo con la elección. Es una importante voz literaria y democrática”. La escritora se mostró reconfortada por tener ya un sucesor. Herta MüllerNobel literatura 2009
"Una inmensa alegría por quien es amigo desde hace casi medio siglo (...) He leído cada uno de sus libros con mucha admiración e interés”.
José Emilio PachecoPoeta mexicano
En la Conferencia del Instituto Cervantes
pasaron cosas anecdóticas, como la negativa del Nobel de responder sobre la enemistad con Gabo. “No vamos a hablar de eso ahora”, le dijo al periodista que insistía con la pregunta. Apenas corrió la noticia de que había ganado el Nobel, en el Twitter de Gabo se leía: “Estamos iguales”. En la conferencia, el escritor peruano aprovechó para responderle el mensaje: “Yo les voy a rogar a ustedes que hagan público mi agradecimiento por la declaración que ha hecho García Márquez, muy cariñosa, con motivo de este premio”. La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada y presidida por García Márquez, después desmintió el saludo de Gabo pero reconoció que Vargas Llosa “es un gran periodista”.
También le recordaron que Borges no ganó el Nobel. “Me da un poco de vergüenza recibir el premio Nobel que no recibió Borges, creo que es una ausencia muy criticada, la academia sueca también se equivoca, pero no soy el indicado para hacer críticas en este día”. Agregó que Vallejo también debió recibirlo.