Ya han pasado cuatro décadas desde que el hombre llegó a la luna, pero hay quienes todavía siguen creyendo que todo fue un burdo truco de los “gringos”. Para ellos no hay teorías científicas capaces de convencerlos de lo contrario
¿Astronautas del Apolo 11 alunizaron o alucinaron?
¿Astronautas del Apolo 11 alunizaron o alucinaron?
Según Buzz Aldrin, aquella mañana del 9 de setiembre del 2002 lo habían citado en un hotel de Beverly Hills, a fin de entrevistarlo para un programa infantil de la televisión japonesa sobre el espacio. Sin embargo, quien lo abordó nada más al llegar fue el periodista Bart Sibrel, que hacía un año atrás había estrenado su documental “Algo extraño sucedió en el viaje a la Luna”.
Sin mayores cortesías, Sibrel lo instó a jurar sobre la Biblia de que realmente había caminado sobre el satélite natural de la Tierra. A despecho de los 72 años con que entonces contaba, el astronauta sacó un “cross” de derecha que se estrelló en la mandíbula del provocador. A continuación, un ofuscado Sibrel empezó a seguir a Aldrin por la calle llamándolo “mentiroso, ladrón y cobarde”.
El incidente, ocurrido a más de tres décadas del alunizaje del Apolo XI, es una muestra de la pasión que enfrenta a los bandos opuestos y del ímpetu con que quienes piensan que el hombre nunca llegó a la Luna defienden su teoría de que todo fue montado en un estudio cinematográfico secreto.
Sibrel no fue el único ni el más famoso. El libro “Nunca fuimos a la Luna” (1974) convirtió a Bill Kaysing en el padre de la hipótesis del fraude lunar. El cielo sin estrellas y las sombras convergentes que se perciben en algunas fotos de las misiones, el flamear de la bandera estadounidense en un ambiente en que no hay atmósfera y en que no corre viento, la falta de cráter tras el alunizaje del módulo espacial o la huella perfecta de Neil Armstrong en el polvo seco de la Luna son algunas de las rarezas que Kaysing y émulos como Ralph Rene y Richard Hoagland manejan como bases de su propuesta.
La comunidad científica mundial respalda, en cambio, la veracidad de los alunizajes y varios expertos, entre quienes destacan Phil Plait y James Oberg, han rebatido con minuciosidad cada una de las acusaciones de timo en los viajes de las misiones Apolo.
Como jefe de la Comisión Nacional de Investigación y Desarrollo Aeroespacial (Conida), Enrique Pasco se pliega a la corriente científicamente aceptada. “La teoría de la negación es hollywoodense, eso de que se preparó un escenario enorme solo para mentirle a toda la humanidad no es cierto. Incluso los soviéticos —recuérdese el contexto de la Guerra Fría y de la competencia espacial— desistieron de mandar un cosmonauta a la Luna. Si ellos no lo hicieron fue porque sabían que los estadounidenses ya habían llegado y cumplido el objetivo”, apunta.
¿Ninguno de los argumentos esgrimidos por los descreídos lo hizo siquiera dudar un poquito? “Todas las supuestas anomalías ya han sido descartadas, detrás de ellas no había ninguna agencia espacial, solo ufólogos. Ahora bien, si hubiera que rescatar un argumento, que a mí me impresionó y me hizo revisar el asunto, ese es el de la doble sombra. Se supone que al caminar los astronautas debían proyectar solo una sombra, la del Sol. Se percibe, sin embargo, una doble sombra, que según los detractores corresponde a los reflectores montados en el escenario. Pero ya se demostró que se trata de reflejos, no olvidemos que la Luna está compuesta mayoritariamente por selenio, elemento químico muy brillante y que genera la sombra adicional”, responde Pasco.
En pos de despejar más dudas, no pocos —y no necesariamente partidarios de la teoría de la negación— se preguntan por qué ningún hombre ha vuelto a pisar la Luna desde 1972. ¿Cómo es que hoy, con muchos más adelantos tecnológicos, no hay más vuelos tripulados hacia allá?
“Seis misiones Apolo alunizaron. El objetivo se alcanzó y no hubo necesidad de volver. Se comprobó que la Luna no estaba habitada y se trajeron piedras y trozos para estudiar su composición. Asimismo, se comprobó que en la Luna no hay petróleo, oro, agua o recursos que puedan ser útiles para nuestro planeta; entonces, para qué gastar dinero en misiones costosísimas y altamente riesgosas. Repito, el objetivo se cumplió y, entonces, se abandonó la idea de seguir explorando”, resume el coronel Pasco.
Pero aparentemente de nada sirve que científicos y expertos de la exploración espacial refuten cada una de las aseveraciones de los “negacionistas”. Para ellos, Neil Armstrong y los otros once astronautas de la misión Apolo nunca alunizaron, más bien alucinaron su llegada a la Luna en un estudio de filmación en Arizona, y los más osados dicen incluso que el extinto director Stanley Kubrick dirigió las tomas.
A la NASA, que en algún momento se hartó de las teorías conspirativas y ordenó publicar un libro para terminar con tantos rumores, ya no le interesa convencer a los escépticos. Quien mejor sintetizó esa sensación esta semana fue Seth Shostak, astrónomo del instituto SETI, quien le dijo a la agencia AFP: “Regresaremos a la Luna, hallaremos todo el material abandonado y tomaremos fotos. Y quienes gustan pensar que el Gobierno de Estados Unidos no tiene nada mejor que hacer que montar un falso alunizaje.
Sin mayores cortesías, Sibrel lo instó a jurar sobre la Biblia de que realmente había caminado sobre el satélite natural de la Tierra. A despecho de los 72 años con que entonces contaba, el astronauta sacó un “cross” de derecha que se estrelló en la mandíbula del provocador. A continuación, un ofuscado Sibrel empezó a seguir a Aldrin por la calle llamándolo “mentiroso, ladrón y cobarde”.
El incidente, ocurrido a más de tres décadas del alunizaje del Apolo XI, es una muestra de la pasión que enfrenta a los bandos opuestos y del ímpetu con que quienes piensan que el hombre nunca llegó a la Luna defienden su teoría de que todo fue montado en un estudio cinematográfico secreto.
Sibrel no fue el único ni el más famoso. El libro “Nunca fuimos a la Luna” (1974) convirtió a Bill Kaysing en el padre de la hipótesis del fraude lunar. El cielo sin estrellas y las sombras convergentes que se perciben en algunas fotos de las misiones, el flamear de la bandera estadounidense en un ambiente en que no hay atmósfera y en que no corre viento, la falta de cráter tras el alunizaje del módulo espacial o la huella perfecta de Neil Armstrong en el polvo seco de la Luna son algunas de las rarezas que Kaysing y émulos como Ralph Rene y Richard Hoagland manejan como bases de su propuesta.
La comunidad científica mundial respalda, en cambio, la veracidad de los alunizajes y varios expertos, entre quienes destacan Phil Plait y James Oberg, han rebatido con minuciosidad cada una de las acusaciones de timo en los viajes de las misiones Apolo.
Como jefe de la Comisión Nacional de Investigación y Desarrollo Aeroespacial (Conida), Enrique Pasco se pliega a la corriente científicamente aceptada. “La teoría de la negación es hollywoodense, eso de que se preparó un escenario enorme solo para mentirle a toda la humanidad no es cierto. Incluso los soviéticos —recuérdese el contexto de la Guerra Fría y de la competencia espacial— desistieron de mandar un cosmonauta a la Luna. Si ellos no lo hicieron fue porque sabían que los estadounidenses ya habían llegado y cumplido el objetivo”, apunta.
¿Ninguno de los argumentos esgrimidos por los descreídos lo hizo siquiera dudar un poquito? “Todas las supuestas anomalías ya han sido descartadas, detrás de ellas no había ninguna agencia espacial, solo ufólogos. Ahora bien, si hubiera que rescatar un argumento, que a mí me impresionó y me hizo revisar el asunto, ese es el de la doble sombra. Se supone que al caminar los astronautas debían proyectar solo una sombra, la del Sol. Se percibe, sin embargo, una doble sombra, que según los detractores corresponde a los reflectores montados en el escenario. Pero ya se demostró que se trata de reflejos, no olvidemos que la Luna está compuesta mayoritariamente por selenio, elemento químico muy brillante y que genera la sombra adicional”, responde Pasco.
En pos de despejar más dudas, no pocos —y no necesariamente partidarios de la teoría de la negación— se preguntan por qué ningún hombre ha vuelto a pisar la Luna desde 1972. ¿Cómo es que hoy, con muchos más adelantos tecnológicos, no hay más vuelos tripulados hacia allá?
“Seis misiones Apolo alunizaron. El objetivo se alcanzó y no hubo necesidad de volver. Se comprobó que la Luna no estaba habitada y se trajeron piedras y trozos para estudiar su composición. Asimismo, se comprobó que en la Luna no hay petróleo, oro, agua o recursos que puedan ser útiles para nuestro planeta; entonces, para qué gastar dinero en misiones costosísimas y altamente riesgosas. Repito, el objetivo se cumplió y, entonces, se abandonó la idea de seguir explorando”, resume el coronel Pasco.
Pero aparentemente de nada sirve que científicos y expertos de la exploración espacial refuten cada una de las aseveraciones de los “negacionistas”. Para ellos, Neil Armstrong y los otros once astronautas de la misión Apolo nunca alunizaron, más bien alucinaron su llegada a la Luna en un estudio de filmación en Arizona, y los más osados dicen incluso que el extinto director Stanley Kubrick dirigió las tomas.
A la NASA, que en algún momento se hartó de las teorías conspirativas y ordenó publicar un libro para terminar con tantos rumores, ya no le interesa convencer a los escépticos. Quien mejor sintetizó esa sensación esta semana fue Seth Shostak, astrónomo del instituto SETI, quien le dijo a la agencia AFP: “Regresaremos a la Luna, hallaremos todo el material abandonado y tomaremos fotos. Y quienes gustan pensar que el Gobierno de Estados Unidos no tiene nada mejor que hacer que montar un falso alunizaje.
Por Francisco Sanz
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